Monografías

El cosmos mesoamericano


La mayor parte de la información acerca de la cosmovisión mesoamericanaproviene de fuentes de las sociedades del Posclásico que ocuparon el centro de México. Los conocimientos y creencias de tales sociedades, incluida la mexica, fueron en gran parte comunes entre los mesoamericanos de su época y tenían raíces milenarias en las tradiciones de los pueblos que habitaron el área.

Para los mesoamericanos el mundo estaba dividido en tres partes. La parte superior la ocupaban dioses celestes, que enviaban sus fuerzas, benéficas o dañinas, al mundo de los hombres. La parte inferior del cosmos, la fría región de los muertos o inframundo, la habitaban dioses y de ahí también partían influencias buenas o malas. Todos los dioses podían beneficiar y perjudicar, no había buenos o malos. En el centro estaba la región del hombre, en la cual coexistían animales, vegetales, astros, nubes, lluvias y vientos con emisarios, fuerzas divinas y dioses ocultos en cuerpos extraños. Al centro llegaban todas las influencias, es decir, se establecía una lucha entre todo lo de arriba y lo de abajo.

Al principio de los tiempos esta zona intermedia no existía, había sólo un gran monstruo acuático femenino. Dos dioses lo dividieron por la mitad, separando su cuerpo para formar el inframundo y los cielos, y pusieron postes en las esquinas de la superficie terrestre para evitar que volviera a unirse. El espacio que se mantenía abierto gracias a los pilares eran cuatro pisos, los cuatro cielos bajos que empezaban en la superficie terrestre y terminaban en el lugar de la Diosa de la Sal. Por estos pisos viajaban el Sol, la Luna, Venus, las estrellas, las nubes y los vientos, sin llegar a los pisos del verdadero cielo.

El inframundo y el cielo tenían nueve pisos cada uno; la cuenta hecha desde la superficie hasta el último nivel del cielo y hasta el último nivel del inframundo era 13. El cielo 13 era luminoso, masculino, caliente, seco; el nivel 13 del inframundo era oscuro, femenino, frío, húmedo.

Los cuatro pilares de las esquinas del mundo y el gran poste central del eje cósmico eran los caminos de los dioses, que también eran representados como árboles. En el poste central vivía el Dios Viejo, Dios del Fuego, madre y padre de todos los dioses y señor de los cambios.

Los mesoamericanos concebían la superficie de la tierra como una flor de cuatro pétalos en cuyo centro estaba la joya de jade en donde vivía el Dios Fuego. Cada uno de los cuatro pétalos estaba identificado con un color: el oriental, rojo, simbolizado por una caña; el septentrional, negro, con el símbolo del pedernal; el occidental, blanco, simbolizado por una casa; el meridional, azul, con el símbolo del conejo.

La superficie con los cuadrantes estaba rodeada por el mar, que en el extremo más lejano se levantaba como una pared hasta unirse con el cielo. El tiempo estaba ligado también a la visión del cosmos. El nacimiento de la era presente, el Quinto Sol, fue posible por la existencia previa de cuatro soles o eras. En cada una de ellas había gobernado uno de los dioses de los cuadrantes. Tras siglos de ordenada existencia, se organizaba una lucha entre dioses y tras ella el caos, con la destrucción o transformación de los pobladores de la tierra. El orden se restablecía con el triunfo y sucesión de otro dios en el poder. El hombre verdadero nació en el Quinto Sol, que pertenecía ya no a los cuadrantes sino al centro, llamado Nahui Ollin. El hombre fue imaginado como el ser en que el que confluían todas las fuerzas del universo, que debían mantenerse en equilibrio.

Para saber más:

Visitar:

· Museo Nacional de Antropología.

· Tula, en el estado de Hidalgo.

Leer:

· Varios autores. Tula, Revista de Arqueología Mexicana, vol. 2, núm. 7, México

· Manzanilla, Linda, y Leonardo López. Atlas Histórico de Mesoamérica, Ed. Larousse, México, 1990.

En Internet:

www.arqueomex.com

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